DES/COMPOSICIÓ de Jordi Pagés y Lurdes R. Basolí

del 29 de abril al 21 de mayo de 2021


El Montseny tiene un magnetismo extraordinario por quien somos vecinos y lo vemos como inevitable divisa totémica de nuestro paisaje. Es una presencia insoslayable de nuestra realidad. Un refugio convertido en símbolo, y que emana paz y orden. Quizás por eso atrae, de manera sistemática a tantos artistas y creadores que glosan las virtudes, lo pintan, fotografían, se inspiran o bien se van a vivir. Es, por mucho años que pasen, el monte signus, el “monte señal” que van bautiza el romanos, una denominación que señalaba la especial fisonomía. Un núcleo irradiador de creatividad y de conexión con los ancestros que todavía vivo al margen de los grandes mapas de las modas del momento.

Quizás por eso ha acabado uniendo dos miradas tan compactas y singulares como las de Lurdes R. Basolí y Jordi Pagès. La una, fotógrafa de dilatada trayectoria, precisa en la hora de capturar una realidad sin edulcorantes, enérgicamente poética, capaz de sacudirnos y de encontrar la fuerza más iluminadora de la imperfección. El otro, un artista que hace dialogar la imagen —el collage y la técnica mixta, un minimalismo revelador— y el hacia, las palabras, la poesía, los poetas. Y que en captura la esencia y hace un trazo lleno de nuevas lecturas. Era cuestión de tiempo que los dos unieran sinergias en un proyecto.

Ha llegado el momento, se llama des/composición y parte de la impresión de su —también nuestro— Montseny. Una exposición que sale, como no podía ser de otra manera si Campesino está implicado, de estirar el hilo a unos versos. En este caso, de David Caño, que escribía a Nada es ahora ni esto, publicado en Terrícola, una editorial con sede en Granollers, ciudad nada que es espectadora privilegiada de la fuerza magnética del macizo:


“Nos secaremos.

Y ni las fotografías

—que revelas por certeza—

nos sobrevivirán.

Tampoco el bromuro de un epitafio.

Poema que vivos de recuerdos

en descomposición.”


Y así, fielmente, es el resultado de este proceso: unas veinte fotografías originales de Basolí, en blanco y negro, donde vemos el Montseny.

El paisaje como principal motivo, desnudado de todo aquello superfluo. La intervención de Campesino sobre las imágenes, imprimidas en papel giclée, haciendo una (des)composición a través del collage y la acuarela, con elementos como antiguos mapas del macizo recuperados gracias a la editorial Alpina. El azar, de nuevo, que todo lo religa: el padre de Campesino había trabajado. La cartografía como arte de precisión, como compromiso con la cultura y el territorio. Y, también, con la vida. Tal como religan las imágenes, los versos y la intervención plástica. Todo un mundo contenido en una triple fuerza poética: la del paisaje, la de la mirada y la de las palabras. Una des/composición que contiene todo un mundo.


Esteve Plantada