LA MENTIDA de Mercis Rossetti

del 5 de marzo al 10 de abril de 2020


Siempre se tiene que valorar la opción de la fuga. Cuando llega aquel momento inevitable en que nada compensa y el drama es tan presente que ya cansa, hay que valorar seriamente la opción de marcharse corriendo y reubicarse a la otra punta del mundo. Abandonar la patria –y, con ella, todos los problemas sin resolver– es un decisión tan indigna como cualquier otra.

Lejos de casa construiremos una nueva vida con cimientos putrefactos y cortinas de seda. Dejaremos que todo aquello incómodo que dejamos atrás se vaya alimentando con la leche de nuestra indiferencia y proyectaremos un futuro luminoso gestado desde la culpa.

Un día, adoptaremos a La Mentira, una niña pequeña y blanca de piel que a la salida del orfanato nos cogerá muy fuerte de la mano y ya no nos la soltará. Cada vez que vayamos a un bar de copas la sentaremos en uno de los taburetes de la barra, muy sola, y la iremos vigilando de lejos. Cuando vayamos a dormir la dejaremos sentada en una silla, junto a nuestra cama, y el día siguiente, cuando nos despertamos, ella ya hará rato que nos mira.

Con ella, deambularemos por la nueva ciudad, sin rumbo, alimentándonos de la vida de los otros, de la comida de los otros, de la desgracia de los otros. Los fotografiaremos a todos sin acercarnos demasiado, porque que vamos con miedo por la vida, pero no se nos escapará nada. La Mentira cada vez nos hará más estorbo, tan asquerosamente pálida, pero no nos la podremos sacar de encima, pobrecita. Nos pasará por la cabeza abandonarla o atropellarla pero no reuniremos suficientes fuerzas

Un día, en un hotel de carretera y con la ayuda de dos manos más, conseguiremos dejarla cerrada fuera de la habitación. Al principio picará a la puerta, desconsolada, pero cada vez lo hará más bajitoy más cansada hasta que, agotada, se irá. Cuando desde la ventana de la habitación la veamos desaparecer calle abajo, correremos a taparnos bajo las sábanas rodeadas de pechos y cabellos largos y nos embarazaremos de placer y de whisky. Perderemos la noción del tiempo y no volveremos a la realidad hasta la primera contracción. Pariremos una criatura pequeña y blanca de piel que bautizaremos cristianamente con agua del grifo. De nombre, le pondremos La Mentira II.


Mercè Vila Rigat