del 22 de septiembre al 22 de octubre de 2022
TRAU es un proyecto fotográfico-poético de Carles Mercader, Vicenç Altaió y Lluís Calvo. Esta edición se formaliza en un libro de artista que contiene una exposición portátil con 7 fotografías y una sábana serigrafiada.
Doble carne de loca ausencia
Somos todos máscara: el acercamiento ficticio con los ojos como un rubí y los labios convertidos en mueca. Detengámonos. Un día supe que el cuerpo era un brillo mineral, una imposibilidad absoluta. Así es: el cuerpo es siempre algún otro, y el mío es la constatación de una frontera, de un límite, de una aberración que marca el dentro y el afuera. El cuerpo se vuelve extranjería porque es el espíritu lo que lo viste. Puedes cambiar de cuerpo y ser un pelele prêt-à-porter —oh dulcísimo queer—, y puedes pensar, ciertamente, que la bilis y la sangre y los fluidos son un microcosmos. Pero más allá de este templo que se refleja en el otro —en el grande de verdad, en el universo entero—, sólo encontrarás harapos y restos deshilachados. Artaud: “Cuando le hayáis hecho un cuerpo sin órganos, entonces lo habréis devuelto a su verdadera libertad”. Noli me tangere. Si lo hicieras, si me tocaras, encontrarías que todo es la mentira que se envuelve en el celofán de las medias verdades. No hay nada al otro lado y cuando el cuerpo es tu posesión sólo te quedas con el vacío entre las manos, o con un chorro espermático que engendra estatuas que nunca podrás obtener.
El burdel es el museo de los ausentes, de los cuerpos fantasmagóricos que se atraen y se repelen desde el comienzo del tiempo. Máscara sobre máscara. La pornografía habita un agujero negro. Excrecencia y furor de lo imposible. Acerca el dedo, como hace Dios con Adán en la Capilla Sixtina. ¡Si fuese todo tan sencillo como ese dedo, como esa verga, como esos labios vaginales! No: el cuerpo es distancia porque ocupa un espacio, porque está ahí. Sólo en la pantalla blanca se consigue la libertad. Fuera de los cuerpos está el espacio: vacío, sin atributos ni características. Como Ulises, todos nos llamamos Nadie.
Payaso, bruja, el que se burla de los demás. He aquí la etimología de la máscara y del enmascarado. Prosopon y persona: quien lleva la máscara. La careta es una reiteración carnavalesca sobre el rostro que se convierte en busto. ¿Quién puede soportar la presencia de una estatua ante sí? ¿Y qué conversación y qué tacto? ¿Qué frufrú de sedas, si la tela es piedra y la piedra es el contorno de un nudo en el corazón?
Como un mechón de pelo que hurga en el tronco y se protege de una pena volviéndose soga, cosquilleo del agua que corre por la cara, cristal empañado de llovizna y respiración, zahorí cegado, obstruido cantar al oído de un jilguero. Teníamos el cuerpo y lo malbaratamos buscando nuestra imagen entre sus desechos. Ser tú al otro lado del espejo, mirarte y no saber nada más de mi rostro. Aprender que todas las desventuras llevan el nombre de una careta, trajinando a destajo para recuperar aquel que ya no existe, el que ha perdido el nombre y balbucea en los nidos de la infancia, aquél que yo era para ti y que convertiste en ausente, porque eras para mí una doble piel. Y al arrancarla, sí, el veneno: el otro duelo, nada.
Lluís Calvo